viernes, 26 de octubre de 2007

300

Dirección: Zack Snyder.
País: USA.
Año: 2006.
Duración: 117 min.
Género: Acción, drama.

Interpretación: Gerard Butler (rey Leónidas), Lena Headey (reina Gorgo), David Wenham (Dilios), Dominic West (Theron), Vincent Regan (capitán), Michael Fassbender (Stelios), Tom Wisdom (Astinos), Andrew Pleavin (Daxos), Andrew Tiernan (Ephialtes), Rodrigo Santoro (Jerjes), Giovanni Antonio Cimmino (Pleistarchos).
Guión: Zack Snyder, Kurt Johnstad y Michael B. Gordon; basado en la novela gráfica de Frank Miller y Lynn Varley.
Producción: Gianni Nunnari, Mark Canton, Bernie Goldmann y Jeffrey Silver.Música: Tyler Bates.
Fotografía: Larry Fong.
Montaje: William Hoy.
Diseño de producción: James Bissell.
Vestuario: Michael Wilkinson.
Estreno en USA: 9 Marzo 2007.
Estreno en España: 23 Marzo 2007

SINOPSIS
Basada en la épica novela gráfica de Frank Miller y Lynn Varley, "300" narra la antigua batalla de las Termópilas, en la que el rey Leónidas (Gerard Butler), al frente de 300 espartanos, luchó a muerte contra el emperador Jerjes (Rodrigo Santoro) y su gran ejército persa. Haciendo frente a insuperables adversidades, el valor y sacrificio de estos hombres, inspiraron a toda Grecia para unirse contra el enemigo persa, fundando los cimientos para la democracia.

CRÍTICA por Almudena Muñoz Pérez
No estamos ante cine; esto es otra cosa. ¿Cómo aplicar unos innecesarios criterios cuando se separan brutalmente la imagen y el contenido? ¿Cómo abarcar en una mirada de 180º todo el trayecto recorrido desde finales del s. XIX hasta este momento, que de manera abrupta zarandea la Historia? Tampoco basta la simplista categorización del espectáculo porque sí, del argumento sin segundos ni terceros visos. Ni es válido sacar trescientos pies al gato y elevar ilusionismos volátiles. Si espartanos y persas se enfrentan a muerte en una batalla de consabida desigualdad, otras dos centurias –perdónenme el término romano, pero es que la cinefilia tiene mucho más de invasora que de revolucionaria cultural– se tiran las lanzas a los ojos: quienes repudian sólo por el lejano olor cualquier producto asociado a las palabras videojuego, cómic, novela gráfica, y quienes los acogen en sus brazos sin nunca cuestionárselos. Tan peligroso es un esnobismo como el otro, tan empapada del deseo de la sangre del otro está una mirada como la otra. Al fin y al cabo, esto es la guerra.

Las contradicciones en la naturaleza del análisis de “300” alcanzan unas cotas altísimas. Que los viejos pergaminos ya no nos sirvan para abordar un episodio clásico y tengamos todavía que esperar a que se formule un lenguaje aún desconocido y embrionario. Y, sin embargo, la propia película se debate entre la facilidad de continuar donde estamos y el riesgo de lanzarse hacia delante. Puede decirse que la poesía salvaje que desprende el filme se encuentra perdida en un mundo de intereses a los que no se adecua. La sucesión de medidos –excesivamente medidos– planos responde a un fin dramático, pero no sigue ninguna estela narrativa. Es la muerte del clasicismo, de los sentimientos para dar paso a las emociones, del recorte de las ideas por el escaso hueco que ocupan los ideales. Por otra parte, un panegírico ya anunciado en anteriores objetos de culto para el amante de un errado postmodernismo, aunque en esta ocasión la fuerza de las imágenes termine usurpando el trono.
Bajo un nubarrón de flechas que oculta el sol, los espartanos se ríen. Y van dirigidas a ellos. En esta socarronería castrense no se oculta el discurso de desprecio interracial que algunos se han extraído de la manga, sino una dolorosa transposición del espíritu de la película: el acuse de cobardía por la utilización de medios distantes, lejanos y fríos se extiende a la propia armadura de la historia, rodada en no menos frías pantallas azules. ¿Es un chiste de Zack Snyder? En todo caso, se trata de una conmovedora toma de conciencia, por encima de los resultados inestables que alcanza la cinta. El razonamiento que trenza a los “300” se vuelve más metonímico si cabe porque su situación es la misma que la del director, atrapado sin remordimientos a la fidelidad de las viñetas. ¿Puede existir libertad en esas condiciones, puede alumbrarse una obra auténticamente novedosa junto al mantenimiento del punto de vista de Frank Miller? Otro paso más que "Frank Miller's Sin City: Ciudad del Pecado" (2005), sonriente cual Jessica Alba coreografiada, desde el momento en que dentro de esos encuadres-calco palpita una duda. Y las contradicciones siguen extendiéndose: el delicado equilibrio de una épica que puede despertar tanto exacerbadas sensaciones risibles como bellas acerca de algo despreciable. El propio público, al que se ha rebajado hasta el punto de venderle con aromas míticos una Historia que ya no traga, empieza a cansarse de los recursos que solicitaba con ímpetu. De ahí la furia de los historiadores que no se dan cuenta de que este relato se circunscribe en unas coordenadas heroicas y populares, no académicas, y el carcajeo del espectador medio saturado por una galería de monstruos más feos que el jabalí de Erimanto.Los espartanos se definen como hijos de Heracles, si bien las pruebas que van a superar en el paso de las Termópilas tienen jueces más duros que los dioses olímpicos. Un ataque elitista que va mal encaminado, pues los fallos de “300” no provienen de donde apuntan sus dedos acusadores, a saber: la violencia, no mayor que en una de Tarantino ni en el debut del propio Snyder; ahora se llama violencia a cualquier cosa explícita, obviando con reglas hipócritas terrorismos igual de duros ejercidos desde el cine. La estética videoclipera, a veces tan cargante como un anuncio de perfume –el éxtasis del Oráculo–, pero que se renueva mediante complejos bullet time combinados con zooms y desaceleraciones. Y, por supuesto, la lectura política, tan ingenua como inevitable desde que cualquier espectador puede cuestionarse el presente cuando se pone ante sus ojos el pasado. Una Grecia en absoluto fiel o fidedigna a las enciclopedias, pero que tampoco persigue actualizar conflictos actuales para inyectar moralinas de rápido caducado. Si hay alguna coincidencia –o muchas– se debe al repetitivo esquema que ha regido las acciones humanas: el escepticismo ante la religión en medio de los avatares –el dios persa es un rey que sangra, los dioses helénicos regalan espectáculos futboleros a su masa ferviente–; la lucha por la construcción de un mundo que será recordado por sus ruinas, veneradas en montes y museos; y el choque cultural, representado en el propio enclave de las Termópilas, un estrecho desfiladero con el que Occidente pretendía ahogar la penetración oriental –y no falta la parodia de un mundo persa libidinoso que sólo atrae la deformidad del bando contrario–.
Con ese material, acompañado de tanta ambigüedad, de tantas miradas como espectadores, es muy fácil que surjan lecturas de todo tipo, fascistas, homófobas y homosexuales, seguramente todas con su punto de razón.
Pero en cualquier caso la verdadera herida se abre en el sentido artístico de “300”. Al margen de la novela gráfica, sumida en el respeto –pueden encontrarse hasta los más ínfimos detalles, como el Leónidas que muerde una manzana, también con hercúlea predestinación–, la película escarcea por la hipérbole, las muertes exageradas, los ejércitos imposibles, la política del ‘más difícil todavía’, sin que los ojos se topen con algo decididamente nuevo. Incluso el imaginario de "Gladiator (El gladiador)" (2000) se repite en los lemas de honor –esa hermosa palabra olvidada– y los trigales de connotaciones fúnebres, el símbolo griego de una extensión sin horizontes, como la eternidad y la muerte. Las palabras que explicitan todo esto –sin contar la poderosa voz en off de David Wenham– recaen en unos diálogos endebles, resultado de una cinta no concebida para el desarrollo tradicionalista en el que terminan sumiéndose sus tramas secundarias.Basten unos planos que resuman todo esto: un joven Leónidas mata a un lobo en fuera de campo, mientras la sombra del animal se proyecta en el muro. Es la quiebra definitiva de un recurso clásico, mientras al mismo tiempo el filme anuncia el punto débil del rey y de sí mismo: la retaguardia. Y, para tomar la determinación de ir a la guerra, Leónidas mira consecutivamente a la tierra, al pueblo, a su hijo y a su mujer. En esta bravura no hay falsas egolatrías o defensa a ultranza del belicismo inoperante. Sólo valores que ya no recogen nuestras democracias, pero que pertenecen a lo que fuimos. Y en esa diatriba se rinde Snyder: la irremediable herencia del cine que nos precede y el apunte de lo que, con algo más de voluntad, llegaría a ser.
ENLACES:
Ficha en IMDb
Tráiler versión original en Apple
Web oficial (España): http://www.300-es.com/
Web oficial (USA): http://www.300themovie.com/
Anterior película del director: "Amanecer de los muertos"
Otras películas del reparto: Gerard Butler ("Butterfly on a wheel", "El fantasma de la ópera de Andrew Lloyd Webber", "Mi querido Frankie", "Timeline", "Lara Croft. Tomb Raider: La cuna de la vida", "El imperio del fuego", "Drácula 2001"), Lena Headey ("Rosas rojas", "El secreto de los hermanos Grimm", "La caverna maldita", "The actors", "El juego de Ripley", "Posesión", "The parole officer [El agente de la condicional]"), David Wenham ("Van Helsing", "El señor de los anillos: El retorno del rey", "El señor de los anillos: Las dos torres", "El cazacocodrilos", "Cenizas y pólvora", "Moulin rouge", "Mejor que el sexo"), Dominic West ("Hannibal: El origen del mal", "Misteriosa obsesión", "La sonrisa de Mona Lisa", "Chicago", "Rock star", "28 días", "Star wars: Episodio I. La amenaza fantasma", "El sueño de una noche de verano de William Shakespeare").
Vía La Butaca

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