domingo, 24 de julio de 2011

Ví un hombre que...

Vi un hombre que,
gastado de tanto usarse,
proyectaba soledades.

Y me figuré que aquel hombre
no era la débil carne
que se ocultaba bajo sus ropas
sino la sombra
que proyectaba en la pared.

Entonces sentí que ese hombre
era tan fuerte como esa pared,
porque nada separa a la sombra
de ser aquello que aprisiona.

Pero aquel hombre,
que era sin saberlo
tan fuerte como una pared,
proyectaba otra sombra
que caía, perdiéndose,
en el agua.

Comprendí entonces
que aquel hombre
era simplemente un hombre sentado
entre lo que estaba y lo que se iba,
mientras me dejaba a mí,
que lo miraba,
sus más íntimas soledades.

(El libro de los viernes)
Gilberto Hernández Matos

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