martes, 3 de mayo de 2011

S.O.S - Hemos vuelto al Medievo

No sé cómo explicaros esto porque yo aún no encuentro explicación. Lo único que puedo deciros es que en las pasadas horas he vivido una situación aterradora, angustiosa, provocada por una especie de salto en el tiempo… Ocurrió este fin de semana. Compré los periódicos como cada mañana y en casa me serví un café para leerlos. Y entonces sucedió. Leía las noticias de la portada y era incapaz de comprender. Las leí una y otra vez pensando que quizá mi mente soñolienta aún estaba dormida y me jugaba una mala pasada. Lo que estaba leyendo no parecía corresponder a la época en la que creo que vivo sino a un período muy anterior, 800 ó 900 años antes.
Para que me entendáis: sentía que me había acostado en 2011 y me había despertado en 1102, como si una mente perversa y juguetona le hubiera dado literalmente la vuelta a la fecha, la hubiera puesto del revés, haciéndome viajar de golpe al siglo XII. ¡Me había despertado en la baja Edad Media!
Me sentía tan confundido como el protagonista de aquella novela de Mark Twain: Un yanqui en la corte del Rey Arturo. Y precisamente allí, en la corte del Rey Arturo, pensaba que estaba después de leer una de las noticias que había provocado el salto temporal a mi confusa mente. Decía el periódico que unos príncipes ingleses habían contraído matrimonio en una boda seguida con emoción por millones de súbditos que les aclamaban eufóricos, como en aquellas épocas remotas en las que los monarcas eran el centro de atención obligatorio y los vasallos tenían que aclamarles y rendirles tributo, mientras los cronistas embellecían su prosa para alabar a sus señores feudales, su grandeza y tronío.

La siguiente noticia que leí no contribuyó a sacarme de mi confusión sino que me hundió más en ella y me llevó si cabe más lejos en el tiempo, a uno de esos momentos de oscurantismo en los que la gente creía en las intervenciones divinas y las curaciones prodigiosas, un tiempo en el que la ciencia, la medicina y la razón solían acabar quemados en la hoguera. Decía la noticia que un Papa fallecido había sido beatificado por curar milagrosamente a una monja de Parkinson. El señor Parkinson no puso nombre a esa enfermedad hasta el siglo XIX, lo cual tendría que haberme hecho pensar que no estábamos en el siglo XII y haberme devuelto a la actualidad, pero decía la noticia que a la beatificación habían asistido un millón de creyentes.
Decía “creyentes” no “crédulos”. Si un millón de personas y otros muchos millones en todo el mundo creían que un Papa era capaz de curar el parkinson sin ningún conocimiento médico, era normal que yo creyese que no podíamos estar en el siglo XXI. Lo que no lograba entender era por qué el Papa milagroso sólo había curado a esa monja y no a millones de personas. Para ser un beato era muy rácano. Y tenía un poder demasiado específico: sólo curaba de parkinson. Si realmente fuera tan santo, podría también haber curado a los curas pederastas que se descubrieron durante su mandato como Papa, en lugar de encubrirlos. Para ser casi un santo hacía las cosas del mismo diablo.
Me aterra leer los periódicos de mañana y que abran sus portadas hablándonos de las Guerras Púnicas. O de Alfonso X el Sabio. Eso confirmaría mis temores. Diréis que son exagerados. Pero si los príncipes heredan los reinos por la gracia de Dios y la gracieta de su nacimiento, si los Papas hacen milagros y curan con las manos, si miles de millones de personas en el mundo creen en todo ello, por qué no voy yo a pensar que nos hemos equivocado con las fechas y no vivimos en 2011 sino en 1102. Sólo un milagro me haría creer en lo contrario y yo no creo en los milagros.

Blog de Carne Cruda -rne - 02 mayo 2011

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