LOS PASTELES Y LA MUELA
Un labrador tenía muchas ganas de ver al Rey porque pensaba que el Rey sería mucho más que un hombre. Así que le pidió a su amo su sueldo y se despidió.
Durante el largo camino hasta la Corte se le acabó todo el dinero y cuando vio al Rey y comprobó que era un hombre como él, pensó: «Por ver un simple hombre he gastado todo mi dinero y sólo me queda medio real»
Del enfado le empezó a doler una muela y con el dolor y el hambre que tenía no sabía qué hacer, porque pensaba: «Si me saco la muela y pago con este medio real, quedaré muerto de hambre. Si me compro algo de comer con el medio real, me dolerá la muela»
Estaba pensando lo que iba a hacer cuando, sin darse cuenta, se fue arrimando al escaparate de una pastelería donde los ojos se le iban detrás de los pasteles.
Vinieron a pasar por allí dos lacayos que le vieron tan embobado contemplando los pasteles que para burlarse de él le preguntaron:
- Villano, ¿cuántos pasteles te comerías de una vez?
Respondió:
- Tengo tanta hambre que me comería quinientos.
Ellos dijeron:
- ¡Quinientos! ¡Eso no es posible!
Replicó:
- ¿Os parecen muchos?, podéis apostar a que soy capaz de comerme mil pasteles.
Dijeron:
- ¿Qué apostarás?
- Que si no me los comiere me saquéis esta primera muela, dijo señalando la muela que le dolía.
Estuvieron de acuerdo, así que el villano empezó a comer pasteles hasta que se hartó, entonces paró y dijo:
- He perdido, señores.
Los otros, muy regocijados y bromeando, llamaron a un barbero que le sacó la muela. Para burlarse de él decían:
- ¿Habéis visto este necio villano que por hartarse de pasteles se deja sacar una muela?
Respondió él:
- Mayor necedad es la vuestra, que me habéis matado el hambre y sacado una muela que me estaba doliendo.
Al oír esto todos los presentes comenzaron a reír. Los lacayos humillados pagaron y se fueron.
Cuento popular recogido por Juan de Timoneda (S. XVI) en su libro Sobremesa y alivio de caminantes (Cuento XXII)
Francisco J. Briz Hidalgo
Durante el largo camino hasta la Corte se le acabó todo el dinero y cuando vio al Rey y comprobó que era un hombre como él, pensó: «Por ver un simple hombre he gastado todo mi dinero y sólo me queda medio real»
Del enfado le empezó a doler una muela y con el dolor y el hambre que tenía no sabía qué hacer, porque pensaba: «Si me saco la muela y pago con este medio real, quedaré muerto de hambre. Si me compro algo de comer con el medio real, me dolerá la muela»
Estaba pensando lo que iba a hacer cuando, sin darse cuenta, se fue arrimando al escaparate de una pastelería donde los ojos se le iban detrás de los pasteles.
Vinieron a pasar por allí dos lacayos que le vieron tan embobado contemplando los pasteles que para burlarse de él le preguntaron:
- Villano, ¿cuántos pasteles te comerías de una vez?
Respondió:
- Tengo tanta hambre que me comería quinientos.
Ellos dijeron:
- ¡Quinientos! ¡Eso no es posible!
Replicó:
- ¿Os parecen muchos?, podéis apostar a que soy capaz de comerme mil pasteles.
Dijeron:
- ¿Qué apostarás?
- Que si no me los comiere me saquéis esta primera muela, dijo señalando la muela que le dolía.
Estuvieron de acuerdo, así que el villano empezó a comer pasteles hasta que se hartó, entonces paró y dijo:
- He perdido, señores.
Los otros, muy regocijados y bromeando, llamaron a un barbero que le sacó la muela. Para burlarse de él decían:
- ¿Habéis visto este necio villano que por hartarse de pasteles se deja sacar una muela?
Respondió él:
- Mayor necedad es la vuestra, que me habéis matado el hambre y sacado una muela que me estaba doliendo.
Al oír esto todos los presentes comenzaron a reír. Los lacayos humillados pagaron y se fueron.
Cuento popular recogido por Juan de Timoneda (S. XVI) en su libro Sobremesa y alivio de caminantes (Cuento XXII)
Francisco J. Briz Hidalgo
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