LA MUERTE
Ni el temor ni la esperanza
asisten al moribundo animal,
en tanto que al hombre que aguarda su fin
lo acompañan todas las amenazas e ilusiones:
multitud de veces se extinguió su vida
y con el mismo hálito la sintió renacer.
Cuando afronta la mano asesina de su prójimo
con el orgullo altivo de ser excepcional,
el hombre advierte que le crece el desprecio
por lo que es una mera cesación de aliento.
Tanto ha convivido en intimidad con ella
que al cabo llegó a crear la muerte.
William Butler Yeats
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