domingo, 31 de enero de 2010
La vida ante sus ojos
País: USA.
Año: 2007.
Duración: 90 min.
Género: Drama.
Interpretación: Uma Thurman (Diana McFee), Evan Rachel Wood (Diana joven), Eva Amurri (Maureen), Gabrielle Brennan (Emma McFee), Brett Cullen (Paul McFee), Oscar Isaac (Marcus), Jack Gilpin (Sr. McClood), Maggie Lacey (Amanda adulta), John Magaro (Michael).
Guión: Emil Stern; basado en la novela de Laura Kasischke.
Producción: Marc Butan, Anthony Katagas, Vadim Perelman y Aimée Peyronnet.
Música: James Horner.
Fotografía: Pawel Edelman.
Mejor dicho sería decir Un peñazo antes los ojos de un espectador cansado, que ve las continuas idas y venidas en el tiempo, con una historia que avanza a trompicones, con la escena en el baño entre las dos jóvenes, atónitas ante la balacea que se sucede tras la puerta, que acaba sacándome de quicio, para tratar dar el previsible golpe de efecto en el momento final, cuando a esas alturas de la película, yo al menos he desconectado de tal manera, que esta historia de redención, acerca del peso imposible de la culpa, me importan un pimiento.
Es una pena porque quien dirige Vadim Perelman, es el mismo que parió Casa de arena y niebla, una historia bien plasmada en la gran pantalla. En esta ocasión, sobre un tema que a priori es interesante, el ser capaz de asumir los errores y las acciones del pasado, en este caso ejecutadas durante la adolescencia, la película se sucede ante nuestros ojos estupefactos, con expectación de que pase algo, pero los minutos se suceden y no pasa nada, por más que Uma Thurman deba poner cara de desquicidada para hacernos partícipes de la cruz pesada que lleva y del calvario en el que se ha convetido su vida presente.
Aburrida a más no poder, no la recomiendo ni a mis peores enemigos.
Me gustaría saber por qué la película se ha estrenado en España dos años después de su estreno en los Estados Unidos .
por Popeye Doyle
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Etiquetas: Cine
sábado, 30 de enero de 2010
Estómago
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Etiquetas: Cine
viernes, 29 de enero de 2010
Boris Spassky
"El Ajedrez, con toda su profundidad filosófica, es ante todo un juego en el que se ponen de manifiesto la imaginación, el carácter y la voluntad".
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Etiquetas: Ajedrez
QUISIERA CAMBIAR LAS FICHAS DEL JUEGO
quisiera
cambiar el juego.
Quisiera también
revolver las fichas
en el tablero
sin que te enfadaras.
Debes de reconocer
que tu juegas con ventaja,
vieja amiga,
además
tu juegas
con experiencia,
mientras que yo,
no sé nada
de éste juego,
tu ya sabes cómo acabará
también sabes cuándo,
y mientras me miras
con tu sonrisa irónica
ya le estás poniendo
el punto final.
Quisiera
sin embargo,
que en éste tablero
extendido
entre nosotras,
hubiera otros colores
y no ese espejo oscuro,
éste espejo roto,
que me has puesto delante.
Yo comprendo que
tu quieres que yo me vea
como soy en mi realidad.
Pero yo
no quisiera
ver mi imagen
reflejada así,
como me la estás mostrando,
sino aquella
que debiera haber sido
y que no fue.
No ignoro
que la culpa es mía,
querida amiga,
pero tú también
puedes constatar
que en algún modo
también las circunstancias
jugaron su parte
que no fue irrelevante.
Y por eso quisiera
que eso fuera tenido
en debida cuenta
y que ésta mueca adusta
que veo en el cristal,
se trasmutara
en una abierta sonrisa.
Al mismo modo
quisiera
que cada odio,
grande o pequeño,
cada discusión,
lógica o estúpida,
cada momento
de rabia,rencor o rencilla,
cada insensato recelo,
cada acción iracunda
con o sin razón,
cada indiferencia
ante de otros el dolor,
esa no estima,
ese desamor,
ese mirar a otra parte,
ese encogimiento de hombros,
ese ir cada uno a lo suyo,
todo ese indecoroso ramillete
que estoy viendo
en el espejo roto
de mi vida,
quisiera
poder cambiar.
Ahora comprendo,
muy adelantado el juego,
demasiado tarde quizá,
qué corta y qué tonta
es la vida
y que es verdad
que el amor si importa,
que el amor es vida,
que la experiencia
te da temperancia
y la tolerancia
te da magnanimidad.
Te enteras demasiado tarde,
casi al final.
¿Sabes que te digo?
Es cierto,
ya no veo las cosas igual,
aunque ciertamente es tarde
y veo que tu
ya quieres acabar.
De todas formas,
si fueras tan amable,
tampoco te costaría tanto
siendo como somos amigas,
atender a mi ruego,
quisiera
cambiar
algunas cosas
en éstos momentos
en que veo terminar el juego
en nuestro tablero
y también caducar
mi tiempo
con cierta velocidad.
No sé
si en éste momento
de la partida
que estoy jugando contigo,
vieja amiga,
compañera de camino,
testimonio mudo,
de mi vida,
discreta pero presente,
caminante a mi paralela,
quisieras tu
hacerme un favor,
esto es,
hacer como que no me ves,
y mientras tanto,
será solo un momento,
te lo aseguro,
yo puedo cambiar
las fichas del tablero,
y tu, amiga querida,
no me llamarás tramposa
ni terminarás el juego,
ni siquiera te enfadarás,
qué más te da,
será un juego,
una picardía,
una broma más de la vida.
Tú,
pones el reloj
unas horas atrás
y como si no hubiera pasado nada,
reiniciamos la partida
y me das
otra oportunidad.
¿Qué te cuesta?
Tú por delante
al fin y al cabo
tienes toda una eternidad.
De la Película "El Séptimo Cielo",
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Etiquetas: Ajedrez
jueves, 28 de enero de 2010
(DE JARDINES LEJANOS) - VI
es de bruma y nubes blancas;
sólo hay un raso celeste
sobre las araucarias.
La avenida abre su sueño
llena de mujeres pálidas ...
los vientos están jugando
con las sedas perfumadas.
Hay carícias como rosas
en la lívida mañana;
la carne en flor da el perfume
que han perdido las acacias.
Es un pecado discreto,
es una carne cristiana
que va a misa, con un lirio
entre rosas deshojadas;
carne que nunca podrá
sobre la dulce frescura
de las espaldas románticas ...
en la mañana galante
rezan a Dios las campanas;
desde dentro están llamando
los corazones en gracia.
¡Fondos de oro, con albores
floreados, con fragancia
de purezas sin latido,
con dulzura de gargantas!
Pero el cielo gris ha puesto
muy rosas todas las almas
y tiende rasos celestes
sobre las araucarias ...
Juan Ramón Jiménez
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Etiquetas: Poesía Ajena
ALMA DORMIDA
que hoja a hoja desnudaban su belleza.
Dejé el alma que soñase:
volvería a despertar en primavera.
Nuevamente nace el mundo, nuevamente
naces, alma (estabas muerta).
Yo no sé lo que ha pasado en este tiempo:
tú dormías, esperando ser eterna.
Y por mucho que te cante la alta música
de las nubes, y por mucho que te quieran
explicar las criaturas por qué evocan
aquel tiempo negro y frío, aunque pretendas
hacer tuya tanta vida derramada
(era vida, y tú dormías), ya no llegas
a alcanzar la plenitud de su alegría:
tú dormías cuando todo estaba en vela.
Tierra nuestra, vida nuestra, tiempo nuestro...
(Alma mía, ¡quién te dijo que durmieras!)
De "Agenda" 1991
José Hierro
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Etiquetas: Poesía Ajena
miércoles, 27 de enero de 2010
El mar sigue adelante
no sabe el mar
en dónde deshacerse
¿Cuándo terminará su infernidad
que lo ciñe
a la tierra enemiga
como instrumento de tortura
y no lo deja agonizar
no le otorga un minuto de reposo?
Tigre entre la olarasca
de su absoluta impermanencia
Las vueltas
jamás serán iguales
La prisión
es siempre idéntica a sí misma
Y cada ola quisiera ser la última
quedarse congelada
en la boca de sal y arena
que mudamente
le está diciendo siempre:
Adelante
José Emilio Pacheco
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Etiquetas: Poesía Ajena
EL SUEÑO
Tregua, un puro reposo de la mente,
¿Por qué, si te despiertan bruscamente,
Sientes que te han robado una fortuna?
¿Por qué es tan triste madrugar? La hora
Nos despoja de un don inconcebible,
Tan íntimo que sólo es traducible
En un sopor que la vigilia dora
De sueños, que bien pueden ser reflejos
Truncos de los tesoros de la sombra,
De un orbe intemporal que no se nombra
Y que el día deforma en sus espejos.
¿Quien serás esta noche en el oscuro
Sueño, del otro lado de su muro?
Jorge Luis Borges
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Etiquetas: Poesía Ajena
CONVERSACIÓN
alcanzáis a tener, pero la noche
que regresáis es vuestra,
vuestra completamente.
Amada mía, remordimiento mío,
la nuit c’est toi cuando estoy solo
y vuelves tú, comienzas
en tus retratos a reconocerme.
¿Qué daño me recuerda tu sonrisa?
¿Y cuál dureza mía está en tus ojos?
¿Me tranquilizas porque estuve cerca
de ti en algún momento?
La parte de tu muerte que me doy,
la parte de tu muerte que yo puse
de mi cosecha, cómo poder pagártela...
Ni la parte de vida que tuvimos juntos.
¿Cómo poder saber que has perdonado,
conmigo sola en el lugar del crimen?
¿Cómo poder dormir, mientras que tú tiritas
en el rincón más triste de mi cuarto?
Jaime Gil de Biedma
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Etiquetas: Poesía Ajena
martes, 26 de enero de 2010
El cocinero de Rota y el dichoso móvil (El Intermedio)
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Etiquetas: Humor
lunes, 25 de enero de 2010
Chicken Versus Tigers Surprise
Chicken Versus Tigers Surprise - Watch more Funny Videos
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Etiquetas: Videos
EL SOLDADITO DE PLOMO
Ya avanzada la noche, a los otros soldaditos de plomo los recogieron en su caja y toda la gente de la casa se fue a dormir. A esa hora, los juguetes comenzaron sus juegos, recibiendo visitas, peleándose y bailando. Los soldaditos de plomo, que también querían participar de aquel alboroto, se esforzaron ruidosamente dentro de su caja, pero no consiguieron levantar la tapa. Los cascanueces daban saltos mortales, y la tiza se divertía escribiendo bromas en la pizarra. Tanto ruido hicieron los juguetes, que el canario se despertó y contribuyó al escándalo con unos trinos en verso. Los únicos que ni pestañearon siquiera fueron el soldadito de plomo y la bailarina. Ella permanecía erguida sobre la punta del pie, con los dos brazos al aire; él no estaba menos firme sobre su única pierna, y sin apartar un solo instante de ella sus ojos.
—¡Soldadito de plomo! —gritó el duende—. ¿Quieres hacerme el favor de no mirar más a la bailarina?
—Está bien, espera a mañana y verás —dijo el duende negro.
—¿Dónde está tu pasaporte? —preguntó la rata—. ¡A ver, enséñame tu pasaporte!
—¡Deténgalo! ¡Deténgalo! ¡No ha pagado el peaje! ¡No ha enseñado el pasaporte!
¡Adelante, te aguarda la muerte!
—¡Un soldadito de plomo!
(Hans Cristían Andersen)
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Etiquetas: Cuento
domingo, 24 de enero de 2010
J.S. Bach - Concierto para cuatro pianos y orquesta de cuerda en la menor BWV 1065
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Etiquetas: Música
sábado, 23 de enero de 2010
¿Cuántas calorías tiene cada Pan?
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Etiquetas: Gastronomía
viernes, 22 de enero de 2010
jueves, 21 de enero de 2010
Mejore el ritmo con un refresco
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Etiquetas: Deportes Golf
Mantenga el talón derecho bajo
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Etiquetas: Deportes Golf
miércoles, 20 de enero de 2010
ÁGORA
Dirección: Alejandro Amenábar
Guión: Alejandro Amenábar y Mateo Gil
Reparto: Rachel Weisz, Max Minghella, Oscar Isaac, Ashraf Barhom, Michael Lonsdale, Rupert Evans, Richard Durden
Fotografía: Xavi Giménez
Montaje: Nacho Ruiz Capillas
Música: Dario Marianelli
Arte: Guy Dyas
Productores: Álvaro Augustín, Fernando Bovaira
Productores ejecutivos: Simón de Santiago, Jaime Ortiz de Artiñano
Productora: Telecinco Cinema, Himenóptero
Distribución: 20th Century Fox
Si sois capaces de conciliar que “buena peli” y “soberano coñazo” son dos conceptos que muy de vez en cuando son compatibles por la magia del cine, yo no me lo pensaría mucho antes de ver Ágora, film que en sus buenos momentos deja en ridículo al 90 por ciento del panorama patrio y que demuestra que Alejandro Amenábar funciona en otra división. Intentando resumir, Ágora es un film que maneja extraordinariamente conceptos teóricos pero que sufre enormemente cuando tiene que describir una realidad humana, en gran parte porque Amenábar tiene la sangre de horchata y en menor medida porque algunos personajes absolutamente cruciales para la trama están dibujados un poco a la remanguillé y parecen sacados del Canal Historia de puro “explicadores” que son. Ahora, con cierta perspectiva, la faena que se ha intentado marcar el chaval este es digna de encomio, por ambición y cojones: una superproducción que se mueve, respira y piensa como una superproducción y con un nivel técnico bastante ejemplar.
Que no os engañen las escenas de masas. Ágora es una épica bastante íntima que nunca se deja llevar por la acción. Es una película tremendamente controlada y que combina géneros con mayor o menor fortuna. Es drama político, thriller científico y en última instancia, una trágica historia de amor con la que intenta dar cierta profundidad humana a la historia. Dentro de toda esta mezcla, es cierto que Amenabar está trabajando todos los aspectos del film por igual, pero está claro que hay uno de ellos que le chifla sobremanera: la labor de Hipatia. Toda la parte del film que rodea al trabajo científico de la astrónoma sobre el movimiento de los planetas es simplemente perfecta, y ejemplifica las mejores virtudes de la película. Se trata de escenas repletas de recursos visuales acompañadas de diálogos orientados a un fin: solucionar un problema científico. Para ello, Amenabar emplea antorchas, bolsas de lastre, pizarras de arena, un cono de madera, lo que sea que permita trasladar visualmente de forma efectiva lo que se nos está contando. Son escenas muy puras y vacías de cualquier tipo de matiz y consideración moral. Es un thriller científico, género prácticamente desconocido no sólo en nuestro cine, sino a nivel internacional. Son los mejores momentos de la filmografía de Amenábar sin ningún tipo de duda. En esos momentos, la película no llega, porque no está obligada a establecer una conexión emocional con el público –aunque es muy posible que sigáis con incertidumbre las pesquisas de la astrónoma–.
Donde sí tiene que llegar la película, y no llega, es prácticamente… bien, en el maldito resto del film (y aquí hablamos de más o menos hora y media que se hace eterna). Veo mucha falta de intensidad humana en Ágora, film absolutamente emperrado en explicarte los mecanismos sociales que desembocaron en el espectacular aumento de los cristianos y la sumisión del Imperio Romano. Pero es todo más descriptivo que otra cosa. Sucede una cosa muy curiosa, que tiene lugar en el momento en el que Hipatia se ve forzada a intentar comprender la realidad que la rodea y a codearse con la gente de a pie. Descubre que no es tan buena entendiendo a la gente como entendiendo el movimiento de los planetas. Es un matiz (in)humano muy coherente con el personaje, con la temática del film, que sorprendentemente ni Amenábar ni Gil parecen querer explotar demasiado, al margen de una escena que involucra un pañuelo que le da a un pretendiente (el contenido del pañuelo –hecho registrado, por cierto– es un “paso de tu culo” como pocas veces se ha visto). Hubiera sido maravilloso ver el mundo a través de los ojos de esta chica tan distante pero no, la gran apuesta personal es la horrenda historia de amor entre Davos e Hipatia, sabe Dios para convencer a qué parte de la audiencia, porque la chica no le hace ni puto caso, lo que sume al chaval en un “tormento de desconcierto” (lo de las comillas va por la interpretación de Max Minghella, sosa de puro “intensa”) que, sí, al final resulta ser imprescindible en el desarrollo de la trama, pero nunca terminamos de entender del todo. ¿Por qué Davos se hace cristiano? ¿Porque es pobre? ¿Porque está solo? ¿Porque Hipatia le llama esclavo idiota en un momento del film y desea verla caer junto con su modo de vida?. ¿Ya está?.
Faltan personajes memorables. Falta verdadero drama histriónico (un Oliver Reed de Gladiator, bien medido, hubiera sido la salvación de la peli). Todo es correctito y funcional. Las interpretaciones no se apartan de lo profesionalmente decente y Amenábar no deja ni un sólo segundo para el lucimiento de los actores salvo en el caso del cristiano Ammonio, que es un pirado (Ashraf Barhom, visto en La Sombra del Reino, haciendo picadillo interpretativo de todo el reparto estadounidense). Rachel Weisz es fría, calculadora y nerd en un papel que es frío, calculador y nerd, salvo un par de explosiones de alegría en plan Eureka un poco forzadas, y ciertas salidas de tono que la alejan de la calculina entrañable y la acercan peligrosamente al equivalente femenino de Carlos Blanco. Max Minghella, lo que decíamos, estreñido. De entre todos quizás sobresale también Richard Londsdale porque aporta una enorme gravedad al papel, pero él también se ve obligado a participar en escenas que son, sobre todo, ilustraciones de una época. La pareja de Orestes y Sinesio tampoco desafina, pero tampoco entusiasma. Tanta ilustración provoca bastante impaciencia para todos los que esperamos ver una épica intensa, que cuando debería llegar nunca llega (y como prueba: ¿cuántas veces realiza Amenábar un plano aéreo de una matanza?), impaciencia que evoluciona hasta convertirse en aburrimiento, rematado por un muy, muy, muy torpe montaje que enlaza las dos partes de la película con una elipsis realizada mediante un fundido a negro, lo que es cutrísimo y, a nivel subconsciente, juega una mala pasada al espectador, que cree que la película ha terminado porque de toda la vida, fundido a negro suele significar Fin, no “empieza la segunda parte de la peli”, en particular si esta dura sólo dos horas y no es Ben-Hur*.
*Ed.- Vuestros comentarios me han hecho ver con claridad meridiana que un fundido a negro no significa la conclusión de una peli. Pero este fundido a negro, concretamente… quizás es demasiado largo, quizás está demasiado acentuado por la banda sonora, quizás transcurre en un momento en el que prácticamente todas las tramas de la película se dan por cerradas. Creo que era necesario puntualizar este aspecto, y agradeceros a todos la corrección.
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Etiquetas: Cine
Animated Sketchbook
Animated Sketchbook from komma kino on Vimeo.
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martes, 19 de enero de 2010
Te he acariciado con ternura
por quererte pensar de todas formas.
Tú ya sabes, estabas a mi lado
y sólo me restaba a tenerte tan cerca
contarte muchas cosas con las manos.
Pero fui más allá y te besé
y además apreté tu mano entre las mías
y como no eres proclive a todas esas cosas
te armaste de paciencia, sonreíste
y me dejaste hacer porque en el fondo
algo de amor me tienes todavía.
Escrito por Musaraña
“El Acebuche”. Doñana 15.03.90
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Etiquetas: Poesía Ajena
CANTO II - A TERESA - DESCANSA EN PAZ
Como de Dios al fin obra maestra,
Por todas partes de delicias lleno,
De que Dios ama al hombre hermosa muestra;
Salga la voz alegre de mi seno
A celebrar esta vivienda nuestra:
¡Paz a los hombres!, ¡gloria en las altruas!
¡Cantad en vuestra jaula, criaturas!
¿Por qué volvéis a la memoria mía,
Tristes recuerdos del placer perdido,
A aumentar la ansiedad y la agonía
De este desierto corazón herido?
¡Ay!, que de aquellas horas de alegría
Le quedó al corazón sólo un gemido,
¡Y el llanto que al dolor los ojos niegan,
Lágrimas son de hiel que el alma anegan!
¿Dónde volaron, ¡ay!, aquellas horas
De juventud, de amor y de ventura,
Regaladas de músicas sonoras,
Adornadas de luz y de hermosura?
Imágenes de oro bullidoras,
Sus alas de carmín y nieve pura,
Al sol de mi esperanza desplegando,
Pasaban, ¡ay!, a mi alrededor cantando.
Gorjeaban los dulces ruiseñores,
El sol iluminaba mi alegría,
El aura susurraba entre las flores,
El bosque mansamente respondía,
Las fuentes murmuraban sus amores...
¡Ilusiones que llora el alma mía!
¡Oh! ¡Cuán suave resonó en mi oído
el bullicio del mundo y su ruïdo.!
Mi vida entonces, cual guerrera nave
Que el puerto deja por la vez primera
Y al soplo de los céfiros suave
Orgullosa despliega su bandera,
Y al mar dejando que a sus pies alabe
Su triunfo en roncos cantos, va velera,
Una ola tras otra bramadora
Hollando y dividiendo vencedora,
¡Ay! En el mar del mundo, en ansia ardiente
De amor volaba; el sol de la mañana
Llevaba yo sobre mi tersa frente,
Y el alma pura de su dicha ufana:
Dentro de ella, el amor, cual rica fuente
Que entre frescura y arboledas mana,
Brotaba entonces abundante río
De ilusiones y dulce desvarío.
Yo amaba todo: Un doble sentimiento
Exaltaba mi ánimo, y sentía
En mi pecho un secreto movimiento
De grandes hechos generoso guía.
La libertad, con su inmortal aliento,
Santa diosa, mi espíritu encendía,
Continuo imaginando en mi fe pura
Sueños de gloria al mundo y de ventura.
El puñal de Catón, La adusta frente
Del noble Bruto, la constancia fiera
Y el arrojo de Scévola valiente,
La doctrina de Sócrates severa,
La voz atronadora y elocuente
Del orador de Atenas, la bandera
Contra el tirano macedonio alzando
Y al espantado pueblo arrebatando.
El valor y la fe del caballero,
Del trovador el arpa y los cantares,
Del gótico castillo el altanero
Antiguo torreón, do sus pesares
Cantó tal vez con eco lastimero,
¡Ay!, arrancada de sus patrios lares,
Joven cautiva, al rayo de la luna,
Lamentando su ausencia y su fortuna.
El dulce anhelo del amor que aguarda
Tal vez, inquieto y con mortal recelo,
La forma bella que cruzó, gallarda
alla en la noche entre el medroso velo;
La ansiada cita que en llegar se tarda
Al impaciente y amoroso anhelo,
La mujer y la voz de su dulzura,
Que inspira al alma celestial ternura;
A un tiempo mismo en rápida tormenta,
Mi alma alborotada de continuo,
Cual las olas que azota con violenta
Cólera impetuoso torbellino;
Soñaba el héroe ya, la plebe atenta
En mi voz escuchaba su destino,
Ya al caballero, al trovador soñaba
Y de gloria y de amores suspiraba.
Hay una voz secreta, un dulce canto,
Que el alma sólo recogida entiende,
Un sentimiento misterioso y santo
Que del barro al espíritu desprende;
Agreste, vago y solitario encanto
Que en inefable amor el alma enciende,
Volando tras la imagen peregrina
El corazón de su ilusión divina.
Yo, desterrado en extranjera playa,
Con los ojos extáticos seguía
La nave audaz que argentada raya
Volaba al puerto de la patria mía;
Yo cuando en Occidente el sol desmaya,
Solo y perdido en la arboleda umbría,
Oír pensaba el armonioso acento
De una mujer, al suspirar del viento.
¡Una mujer! En el templado rayo
De la mágica luna se colora,
Del sol poniente al lánguido desmayo,
Lejos entre las nubes se evapora;
Sobre las cumbres que florece mayo,
Brilla fugaz al despuntar la aurora,
Cruza tal vez por entre el bosque umbío,
Juega en las aguas del sereno río.
¡Una mujer! Deslízase en el cielo
Allá en la noche desprendida estrella,
Si aroma el aire recogió en el suelo,
Es el aroma que le presta ella.
Blanca es la nube que en callado vuelo
Cruza la esfera que su planta huella,
Y en la tarde la mar olas le ofrece
De plata y de zafir donde se mece.
Mujer que amor en su ilusión figura,
Mujer que nada dice a los sentidos,
Ensueño de suavísima ternura,
Eco que regaló nuestros oídos:
De amor la llama generosa y pura,
Los goces dulces del placer cumplidos
Que engalana la rica fantasía,
Goces que avaro el corazón ansía.
¡Ay!, aquella mujer, tan sólo aquélla
Tanto delirio a realizar alcanza,
Y esa mujer tan cándida y tan bella
Es mentida ilusión de la esperanza:
Es el alma que vívida destella
Su luz al mundo cuando en él se lanza,
Y el mundo con su magia y galanura,
Es espejo no más de su hermosura.
Es el amor que al mismo amor adora,
El que creó las sílfides y ondinas,
La sacra ninfa que bordando mora
Debajo de las aguas cristalinas:
Es el amor que recordando llora
Las arboledas del Edén divinas,
Amor de allí arrancado, allí nacido,
Que busca en vano aquí su bien perdido.
¡Oh, llama santa! ¡Celestial anhelo!
¡Sentimiento purísimo! ¡Memoria
Acaso triste de un perdido cielo,
Quizá esperanza de futura gloria!
¡Huyes y dejas llanto y desconsuelo!
Oh, mujer, que en imagen ilusoria
Tan pura, tan feliz, tan placentera,
Brindó el amor a mi liusión primera!
¡Oh, Teresa! ¡Oh, dolor! Lágrimas mías,
¡Ah!, ¿Donde estáis que no corréis a mares?
¿Por qué, por qué como en mejores días
No consoláis vosotras mis pesares?
¡Oh!, Los que no sabéis las agonías
De un corazón que penas a millares,
¡Ay!, desgarraron, y que ya no llora,
¡Piedad tened de mi tormento ahora!
¡Oh, dichosos mil veces, sí, dichosos
Los que podéis llorar! Y, ¡ay!, sin ventura
De mí, que, entre suspiros angustiosos,
¡Ahogar me siento en infernal tortura!
Retuécese entre nudos dolorosos
Mi corazón gimiendo de amargura...
También tu corazón hecho pavesa,
¡Ah!, llegó a no llorar, ¡pobre Teresa!
¿Quién pensara jamás, Teresa mía,
Que fuera eterno manantial de llanto
Tanto inocente amor, tanta alegría,
Tantas delicias y delirio tanto?
¿Quién pensara jamás llegase un día
en que, perdido el celestial encanto
Y caída la venda de los ojos,
Cuanto diera placer causara enojos?
Aún parece, Teresa, que te veo
Aérea cual dorada mariposa,
En sueño delicioso del deseo,
Sobre tallo gentil temprana rosa,
Del amor venturoso devaneo,
Angélica, purísima y dichosa,
Y oigo tu voz dulcísima, y respiro
Tu aliento perfumado en tu suspiro.
Y aún miro aquellos ojos que robaron
A los cielos su azul, y las rosadas
Tintas sobre la nieve, que envidiaron
Las de mayo serenas alboradas;
Y aquellas horas dulces que pasaron
Tan breves, ¡ay!, como después lloradas,
Horas de confianza y de delicias,
De abandono, y de amor, y de caricias.
Que así las horas rápidas pasaban,
Y pasaba a la par nuestra ventura;
Y nunca nuestras ansias las contaban,
Tú embriagada en mi amor, yo en tu hermosura
Las horas ¡ay! huyendo nos miraban,
Llanto tal vez vertiendo de ternura,
Que nuestro amor y juventud veían
Y temblaban las horas que vendrían.
Y llegaron en fin.. ¡Oh! ¿Quién, impío,
¡Ay!, agostó la flor de tu pureza?
Tú fuiste un tiempo un cristalino río,
Manantial de purísima limpieza;
Después torrente de color sombrío,
Rompiendo entre peñascos y maleza,
Y estanque, en fin, de aguas corrompidas,
Entre fétido fango detenidas.
¿Cómo caíste despeñado al suelo,
Astro de la mañana luminoso?
Ángel de luz, ¿quién te arrojó del cielo
A este valle de lágrimas odioso?
Aún cercaba tu frente el blanco velo
Del serafín, y entre ondas fulguroso,
Rayos al mundo tu esplendor vertía
Y otro cielo el amor te prometía.
Mas, ¡ay!, que es la mujer ángel caído
O mujer nada más y lodo inmundo,
Hermoso ser para llorar nacido,
O vivir como autómata en el mundo;
Sí, que el demonio en el Edén perdido
Abrasara con fuego del profundo
La primera mujer, y, ¡ay!, aquel fuego
La herencia ha sido de sus hijos luego.
Brota en el cielo del amor la fuente
Que a fecundar el universo mana,
Y en la tierra su límpida corriente
Sus márgenes con flores engalana:
Mas, ¡ay!, huid: el corazón ardiente
Que el agua clara por beber se afana,
Lágrimas verterá de duelo eterno,
Que su raudal lo envenenó el infierno.
Huid, si no queréis que llegue un día
En que, enredado en retorcidos lazos
El corazón, con bárbara porfía
Luchéis por arrancároslo a pedazos;
En que al cielo, en histérica agonía,
Frenéticos alcéis entrambos brazos,
Para en vuestra impotencia maldecirle,
Y escupiros, tal vez, al escupirle.
Los años, ¡ay!, de la ilusión pasaron;
Las dulces esperanzas que trajeron,
Con sus blancos ensueños se llevaron,
Y el porvenir de oscuridad vistieron;
Las rosas del amor se marchitaron,
Las flores en abrojos convirtieron,
Y de afán tanto y tan soñada gloria
Sólo quedó una tumba, una memoria.
¡Pobre Teresa! Al recordarte siento
Un pesar tan intenso... Embarga impío
Mi quebrantada voz mi sentimiento,
Y suspira tu nombre el labio mío;
Para allí su carrera el pensammiento,
Hiela mi corazón punzante frío,
Ante mis ojos la funesta losa,
Donde, vil polvo, tu beldad reposa.
Y tú, feliz, que hallastes en la muerte
Sombra a que descansar en tu camino,
Cuando llegabas mísera a perderte
Y era llorar tu único destino;
Cuando en tu frente la implacable suerte
Grababa de los réprobos el sino...
¡Feliz!, la muerte te arrancó del suelo,
Y otra vez ángel te volviste al cielo.
Roída de recuerdos de amargura,
Arido el corazón sin ilusiones,
La delicada flor de tu hermosura
Ajaron del dolor los aquilones;
Sola y envilecida, y sin ventura,
Tu corazón secaron las pasiones;
Tus hijos, ¡ay!, de ti se avergonzaran,
Y hasta el nombre de madre te negaran.
Tus ojos escaldados por el llanto
Tu rostro cadavérico y hundido,
Unico desahogo en tu quebranto,
El histérico, ¡ay!, de tu gemido:
¿Quién, quién pudiera en infortunio tanto
envolver tu desdicha en el olvido,
Disipar tu dolor y recogerte
En su seno de paz? ¡Sólo la muerte!
¡Y tan joven, y ya tan desgraciada!
Espirítu indomable, alma violenta,
En ti, mezquina sociedad lanzada
A romper tus barreras turbulenta;
Nave contra las rocas quebrantada,
Allá vaga, a merced de la tormenta,
En las olas tal vez náufraga tabla,
Que sólo ya de sus grandezas habla.
Un recuerdo de amor que nunca muere
Y está en mi corazón; un lastimero
Tierno quejido que en el alma hiere,
Eco suave de su amor primero:
¡Ay! De tu luz, en tanto yo viviere,
Quedará un rayo en mí, blanco lucero,
Que iluminaste con tu luz querida
La dorada mañana de mi vida.
Que yo como una flor que en la mañana
Abre su cáliz al naciente día,
¡Ay!, al amor abrí tu alma temprana,
Y exalté tu inocente fantasía.
Yo, inocente también, ¡oh, cuán ufana
Al porvenir mi mente sonreía,
Y en alas de mi amor con cuánto anhelo
Pensé contigo remontarme al cielo!
Y alegre, audaz, ansioso, enamorado,
En tus brazos, en lánguido abandono,
De glorias y deleites rodeado,
Levantar para ti soñé yo un trono:
Y allí, tú venturosa y yo a tu lado,
Vencer del mundo el implacable encono,
Y en un tiempo sin horas y medida
Ver como un sueño resbalar la vida.
¡Pobre Teresa! Cuando ya tus ojos
Aridos ni una lágrima brotaban;
Cuando ya su color tus labios rojos
En cárdenos matices cambïaban;
Cuando, de tu dolor tristes despojos,
La vida y su ilusión te abandonaban
Y consumía lenta calentura
Tu corazón al par de tu amargura;
Si en tu penosa y última agonía
Volviste a lo pasado el pensamiento;
Si comparaste a tu existencia un día
Tu triste soledad y tu aislamiento;
Si arrojó a tu dolor tu fantasía
Tus hijos, ¡ay!, en tu postrer momento,
A otra mujer tal vez acariciando,
Madre tal vez a otra mujer llamando.
Si el cuadro de tus breves glorias viste
Pasar como fantástica quimera,
Y si la voz de tu conciencia oíste
Dentro de ti gritándote severa;
Sí, en fin, entonces tú llorar quisiste
Y no brotó una lágrima siquiera
Tu seco corazón, y a Dios llamaste,
Y no te escuchó Dios, y blasfemaste;
¡Oh, cruel! ¡Muy cruel! ¡Matirio horrendo!
¡Espantosa expiación de tu pecado!
¡Sobre un lecho de espinas maldiciendo,
Morir el corazón desesperado!
Tus mismas manos de dolor mordiendo,
Presente a tu conciencia lo pasado,
Buscando en vano con los ojos fijos
Y extendiendo tus brazos a tus hijos.
¡Oh, cruel! ¡Muy cruel!... ¡Ah!, yo, entrentanto,
Dentro del pecho mi dolor oculto,
Enjugo de mis párpados el llanto
Y doy al mundo el exigido culto;
Yo escondo con vergüenza mi quebranto,
Mi propia pena con mi risa insulto,
Y me divierto en arrancar del pecho
Mi mismo corazón pedazos hecho.
Gocemos, sí; la cristalina esfera
Gira bañada en luz: ¡bella es la vida!
¿Quién a parar alcanza la carrera
Del mundo hermoso que al placer convida?
Brilla radiante el sol, la primavera
Los campos pinta en la estación florida:
Truéquese en risa mi dolor profundo...
Que haya un cadáver mas, ¡qué importa al mundo!
José de Espronceda
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SÓLO EL AMOR...
vacío un signo sólo.
Cuando está el leño en el hogar,
mas no la llama viva.
Cuando es el rito más que el hombre.
Cuando acaso empezamos
a repetir palabras que no pueden
conjurar lo perdido.
Cuando tú y yo estamos frente a frente
y una extensión desierta nos separa.
Cuando la noche cae.
Cuando nos damos
desesperadamente a la esperanza
de que sólo el amor
abra tus labios a la luz del día.
José Ángel Valente
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lunes, 18 de enero de 2010
FINAL DEL AÑO
de reemplazar un tres por un dos
ni esa metáfora baldía
que convoca un lapso que muere y otro que surge
ni el cumplimiento de un proceso astronómico
aturden y socavan
la altiplanicie de esta noche
y nos obligan a esperar
las doce irreparables campanadas.
La causa verdadera
es la sospecha general y borrosa
del enigma del Tiempo;
es el asombro ante el milagro
de que a despecho de infinitos azares,
de que a despecho de que somos
las gotas del río de Heráclito,
perdure algo en nosotros:
inmóvil.
Jorge Luis Borges
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HACIA EL FINAL
A la etapa final de una existencia.
¿Habrá un fin a mi amor, a mis afectos?
Sólo concluirán
Bajo el tajante golpe decisivo.
¿Habrá un fin al saber?
Nunca, nunca. Se está siempre al principio
De una curiosidad inextinguible
Frente a infinita vida.
¿Habrá un fin a la obra?
Por supuesto.
Y si aspira a unidad,
Por la propia exigencia del conjunto.
¿Destino?
No, mejor: la vocación
Más íntima.
Jorge Guillén
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CANCIÓN DE ANIVERSARIO
porque no hay en la tierra, todavía,
nada que sea tan dulce como una habitación
para dos, si es tuya y mía;
porque hasta el tiempo, ese pariente pobre
que conoció mejores días,
parece hoy partidario de la felicidad,
cantemos, alegría!
Y luego levantémonos más tarde,
como domingo. Que la mañana plena
se nos vaya en hacer otra vez el amor,
pero mejor: de otra manera
que la noche no puede imaginarse,
mientras el cuarto se nos puebla
de sol y vecindad tranquila, igual que el tiempo,
y de historia serena.
El eco de los días de placer,
el deseo, la música acordada
dentro del corazón, y que yo he puesto apenas
en mis poemas, por romántica;
todo el perfume, todo el pasado infiel,
lo que fue dulce y da nostalgia,
¿no ves cómo se sume en la realidad que entonces
soñabas y soñaba?
La realidad -no demasiado hermosa-
con sus inconvenientes de ser dos,
sus vergonzosas noches de amor sin deseo
y de deseo sin amor,
que ni en seis siglos de dormir a solas
las pagaríamos. Y con
sus transiciones vagas, de la traición al tedio,
del tedio a la traición.
La vida no es un sueño, tú ya sabes
que tenemos tendencia a olvidarlo.
Pero un poco de sueño, no más, un si es no es
por esta vez, callándonos
el resto de la historia, y un instante
-mientras que tú y yo nos deseamos
feliz y larga vida en común-, estoy seguro
que no puede hacer daño.
Jaime Gil de Biedma
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domingo, 17 de enero de 2010
Oferta irresistible para la promoción de la lectura
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Etiquetas: Humor