jueves, 21 de junio de 2012

Los Juegos del Hambre

Jennifer Lawrence lleva de forma brillante todo el peso de una película que aborda numerosas temáticas y que gustará tanto al público adolescente como al adulto. Un sólido comienzo para una nueva saga cinematográfica. 

Mucho se ha hablado de que “Los Juegos del Hambre” (vr tráiler y escenas) bebe de numerosas fuentes y de que, por tanto, no presenta un argumento muy original. Aunque puedo estar de acuerdo con esta aseveración, soy de los que opinan que la mayoría de los creadores tienen sus influencias y éstas se perciben en sus obras. No hay, pues, nada malo en ello. Asimismo, la película también ha sido criticada por apuntarse a la moda de las adaptaciones de novelas infantiles y juveniles, cuando en realidad no son muchas las que han triunfado en la taquilla. Pues bien, el filme no tiene nada que ver con “Harry Potter” o con “Crepúsculo”. De hecho, considero que su público es más amplio y que gustará a los espectadores adultos, los mismos que no soportan los amoríos vampíricos ideados por Stephenie Meyer

“Los Juegos del Hambre” arranca de forma prometedora, pues nos presenta el mundo de miseria en el que viven sus protagonistas. Como si de un documental se tratara,Gary Ross recoge con su cámara los anhelos y los miedos de las gentes del Distrito 12, quienes han de acatar las órdenes del Capitolio. A partir de aquí se suceden una serie de interesantes temáticas que versan sobre, por ejemplo, las tiranías, las desigualdades sociales, la manipulación de las masas o la fortaleza del individuo. Los personajes están bastante cuidados y, aunque es verdad que eso se nota de manera especial en la heroína del relato (algo que me parece del todo lógico), los guionistas también consiguen que entendamos el comportamiento del resto de ellos. A pesar de su abultado metraje, la cinta no se hace pesada en ningún momento, y eso que la acción tarda bastante en aparecer en la pantalla. 

Sin duda, lo mejor son algunos de sus instantes dramáticos, destacando al respecto el momento en el que Katniss se ofrece voluntaria para participar en Los Juegos del Hambre en lugar de su hermana o cuando la protagonista ha de superar ciertas pérdidas durante la terrible competición en la que ha de luchar por su supervivencia. A pesar de que el show televisivo que ocupa la segunda mitad del filme se pueda calificar de más convencional que el resto de la trama, ello no enturbia la calidad del conjunto. Por otro lado, sorprenden las magníficas interpretaciones de todo su reparto, en especial la de una brillante Jennifer Lawrence. Incluso los actores que dan vida a unos individuos con los que sería fácil y hasta disculpable caer en el histrionismo (Woody Harrelson, Stanley Tucci, Elizabeth Banks), resuelven con habilidad sus papeles. 

“Los Juegos del Hambre” contiene una crítica al poder totalitario y a los mass media. Gary Ross parte de una historia apasionante y sugerente para construir una trama ágil y amena que mantiene atento al espectador durante todo el metraje. 

Como castigo a su insurrección, cada distrito debe entregar al Capitolio como Tributos a un chico y a una chica adolescentes, para un juego de lucha a muerte en que sólo quedará un superviviente. En el bombo de este año, la “suerte” les cae a la joven Katniss —que se presenta como voluntaria para liberar a su hermana pequeña—, y a Peeta, un aprendiz de panadero que tendrá que ingeniárselas para compensar sus escasas aptitudes para la lucha. Trasladados a la capital de Panem junto con los otros Tributos, serán entrenados y arrojados a la arena como nuevos gladiadores en un espectáculo visto por todos los habitantes de la nación, y donde un poco de amor y esperanza serán ingredientes necesarios, junto a la sagacidad, para escapar al destino escrito en un plató de televisión. Esta es la triste y aterradora historia de “Los Juegos del Hambre” (ver tráiler y escenas), adaptación de la primera entrega de la trilogía de Suzanne Collins que ahora Gary Ross lleva al cine, en lo que es una alegoría política de la lucha por la libertad y una alusión a la indignidad que sostiene a losreality show. 

La crítica al poder totalitario es tan palmaria como la que se dirige a esos mass media, que fabrican imágenes falsas para ofrecérselas al telespectador como alimento virtual, insustancial y narcotizante de conciencias. El aspecto estrafalario de ciertos habitantes de Panem que asisten al espectáculo es tan patético y ridículo como superficial y cruel es su comportamiento ante la vida de los Tributos. Quiere ser reflejo del lamentable espectáculo de la modernidad llevada al futuro, sofisticada en su progreso tecnológico y degradada en su humanidad, esclava de sus sentimientos y acrítica ante la injusticia ajena. Allí asistimos a la explotación de las miserias humanas inducidas para saciar el morbo del espectador, insensible ante la vileza que supone dar su “patrocinio” a determinado concursante, cuando lo que se juega es la vida (física) o la dignidad (moral), algo que ya se puede ver en nuestra televisión. Y es también el embrutecimiento de una sociedad que mira a las personas como animales a los que basta con enviar estímulos reconfortantes en paracaídas o regalar un poco de esperanza, pero no demasiada. 

En ese sentido, Gary Ross vuelve sobre los pasos de “El show de Truman (Una vida en directo)” (Peter Weir, 1998) para hablarnos del gran teatro del mundo y de la impostura de nuestra sociedad, de una aparente libertad construida en falso y de ese rescoldo que brota de la rabia y la dignidad para contravenir a quienes creen disponer de nuestra vida. Hay intentos de controlar y dirigir los pasos de los concursantes, de herirles en su humanidad y regalarles el bálsamo oportuno, de jugar con sus sentimientos y fabricar romances improbables, de decidir sobre su futuro para después quitárselo. Pero también hay una voluntad de volverse a sublevar como individuo y como pueblo, de pensar y hacer creer a los poderosos que se han salido con la suya, de gritar indignados contra quienes les amordazan con sólo bajar el volumen del televisor. Porque en esta historia, el presidente Snow y su longa manusSeneca creen estar construyendo una historia de amor adolescente que les dé audiencia y poder, pero Katniss y Peeta juegan a otra cosa, cada uno con sus armas, y llega un momento —con el romance— en que el espectador no sabe si está asistiendo a una realidad o a una ficción realizada para los televidentes de Panem, una vuelta de tuerca sobre la frágil verdad de lo que aparece en la pantalla. 

El director parte de una historia apasionante y sugerente, para después construir una trama ágil y amena que mantiene atento al espectador durante todo el metraje. El montaje imprime un ritmo vertiginoso a las persecuciones y un tono videoclipero y un tanto confuso a las peleas, y sabe tomarse respiros de ternura y romance con momentos emocionantes que conmueven o enardecen a la rebelión. Buen manejo de una música envolvente firmada por James Newton Howard, y una fotografía que se llena de frialdad para retratar a los habitantes del Capitolio. 

Por otro lado, hay que destacar la convincente interpretación de Jennifer Lawrencepara dar vida a una heroína que quiere ser dueña de su destino y que promete liderar una revolución en el Distrito 12, con Peeta o sin él, pues su amigo Gale también espera su oportunidad. Los secundarios apenas están esbozados y no van más allá de lo esquemático, y personajes como el mentor de Katniss merecerían un mayor desarrollo para descubrir lo que fue su vida tras el éxito. Pero ella es la estrella y no defrauda. De momento, tenemos una película muy entretenida, un estimulante blockbuster con algo de épica y amor, con mucha ruindad y un poco de esperanza, en lo que es un televisivo espectáculo de sentimientos y también un show de indignos e indignados. 

La nueva hija bastarda del malvado Zaroff llega tratando de superar el éxito comercial del mago de Hogwarts y el trío de Forks. A pesar de su excesiva duración y de tender a olvidar a los desconocedores de las novelas, se ve sin problemas. 

En el futuro, todos los años dos representantes de cada Distrito son elegidos mediante sorteo forzoso para participar en un programa emitido en directo para todo Panem ─antes USA─, una lucha a muerte en la que sólo puede quedar un vencedor. Y en la 74ª edición, el (dudosísimo) honor en el Distrito 12 ha recaído en Katniss (Jennifer Lawrence) y Peeta (Josh Hutcherson). Con la aspiración/necesidad/esperanza industrial de recoger el testigo del éxito de las franquicias del mago de Hogwarts y eltrío de Forks llega “Los Juegos del Hambre” (ver tráiler), adaptación de la primera de las tres novelas fantásticas de Suzanne Collins; poco o nada tiene que ver con aquellas sagas, para inquietud o tranquilidad de más de uno. Ahora bien, ¿merece la pena? Podemos decir que sí, como prólogo de lo que ha de llegar y sin alardes excesivos. 

«Eres más fuerte que ellos. Lo eres». Ambientada en un entorno atractivo de base para los amantes de la scifi clásica, la propuesta resulta estimable pese a su ritmo irregular. Y es que tras un comienzo que nos traslada a un siempre interesante futuro utópico, en el que la mediatización de la violencia es reclamo suficiente para unir a las masas en torno a un televisor global, el arranque de los Juegos en sí marca un bajón considerable en el tono con el que se desarrolla el drama; sobra bastante metraje, subrayando esa dichosa tendencia de olvidar que buena parte del público no es fan incondicional de la obra escrita y sacrificando la necesaria viveza de la aventura ─que no olvidemos que no aporta nada nuevo como enésima hija bastarda de Zaroff─ en aras de la consagración de las figuras centrales como nuevos iconos de la chavalada. Dos horas y media son innecesarias. 

Lo positivo es que el conjunto no es excesivamente pesado, encuentra apuntes sugerentes ─incluida la justificación del elemento Amor entre la pareja central─ y salva con bastante soltura la espinosa cuestión de la carnicería entre adolescentes, quedando en ese sentido como una especie de versión mainstream y (lógicamente)light de la neumática “La isla de los condenados” (2007). Además está dirigida con sombría elegancia y buen gusto por Gary Ross ─con la estimable ayuda de Steven Soderbergh en la segunda unidad─, y huelga decir que Jennifer Lawrence, mucho más hombre que un soso Josh Hutcherson, se basta y se sobra para ser principio y fin de todo con el apoyo de Woody Harrelson, Stanley Tucci, Toby Jones, Elizabeth Bankso Donald Sutherland. Vendrán más
Ahí estaremos.

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