domingo, 11 de diciembre de 2011

Segunda Carta Conyugal


Necesito a mi lado una mujer sencilla y equilibrada, 
y cuya alma agitada y oscura no alimentara continuamente 
mi desesperación. Los últimos tiempos te veía siempre 
con un sentimiento de temor e incomodidad. 
Sé muy bien que tus inquietudes por mí son a causa de tu amor, 
pero es tu alma enferma y malformada como la mía la que exaspera 
esas inquietudes y te corrompe la sangre. 
No quiero seguir viviendo contigo bajo el miedo.

Agregaré que además necesito unas mujer que sea mía exclusivamente, 
y que pueda encontrar en todo momento en mi casa. 
Estoy aturdido de soledad. Por la noche no puedo regresar 
a un cuarto solo sin tener a mi alcance ninguna de las comodidades 
de la vida. Me hace falta un hogar y lo necesito enseguida, 
y una mujer que se ocupe de mí permanentemente, incapaz como soy 
de ocuparme de nada, que se ocupe de mí hasta de los más insignificante. 
Una artista como tú tiene su vida y no puede hacer otra cosa. 
Todo lo que te digo es de una mezquindad atroz, pero es así. 
No es preciso siquiera que esa mujer sea hermosa, tampoco quiero 
que tenga una excesiva inteligencia, y menos aún que piense demasiado. 
Con que se apegue a mí es suficiente.

Pienso que sabrás reconocer la enorme franqueza con que te hablo y sabrás 
darme la siguiente prueba de tu inteligencia: 
comprender muy bien que todo lo que te digo no rebaja en nada 
la profunda ternura, y el indecible sentimiento de amor que te tengo 
y seguiré teniendo inalienablemente por ti, pero ese sentimiento no guarda 
ninguna relación con el devenir corriente de la vida. 
La vida es para vivirse. 
Son demasiadas las cosas que me unen a ti para que te pida que lo nuestro 
se rompa; sólo te pido que cambiemos nuestras relaciones, 
que cada uno se construya una vida diferente, pero que no nos desunirá más.

Antonin Artaud

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