miércoles, 5 de junio de 2013

ODA V - DE LA PRIMAVERA

La blanda primavera 
derramando aparece 
sus tesoros y galas 
por prados y vergeles.

Despejado ya el cielo 
de nubes inclementes, 
con luz cándida y pura 
ríe a la tierra alegre.

El alba de azucenas 
y de rosa las sienes 
se presenta ceñidas, 
sin que el cierzo las hiele.

De esplendores más rico 
descuella  por oriente 
en triunfo el sol y a darle 
la vida al mundo vuelve.

Medrosos de sus rayos 
los vientos enmudecen, 
y el vago cefirillo 
bullendo les sucede,

el céfiro, de aromas 
empapado, que mueven 
en la nariz y el seno 
mil llamas y deleites.

Con su aliento en la sierra 
derretidas las nieves, 
en sonoros arroyos 
salpicando descienden.

De hoja el árbol se viste, 
las laderas de verde, 
y en las vegas de flores 
ves un rico tapete.

Revolantes las aves 
por el aura enloquecen, 
regalando el oído 
con sus dulces motetes;

y en los tiros sabrosos 
con que el Ciego las hiere 
suspirando delicias, 
por el bosque se pierden,

mientras que en la pradera 
dóciles a sus leyes 
pastores y zagalas 
festivas danzas tejen

y los tiernos cantares 
y requiebros ardientes 
y miradas y juegos 
más y más los encienden.

Y nosotros, amigos, 
cuando todos los seres 
de tan rígido invierno 
desquitarse parecen,

¿en silencio y en ocio 
dejaremos perderse 
estos días que el tiempo 
liberal nos concede?

Una vez que en sus alas 
el fugaz se los lleve, 
¿podrá nadie arrancarlos 
de la nada en que mueren?

Un instante, una sombra 
que al mirar desparece, 
nuestra mísera vida 
para el júbilo tiene.

Ea, pues, a las copas, 
y en un grato banquete 
celebremos la vuelta 
del abril floreciente.

Juan Meléndez Valdés

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