miércoles, 11 de febrero de 2009

Obama pone en marcha un gran plan para salvar la economía

- Geithner presenta el programa de estabilización financiera.
- El Senado aprueba medidas de estímulo
- El presidente confía en obtener resultados en un año.

El Gobierno de Barack Obama concretó ayer una vasta operación del salvamento de la economía, con acciones simultáneas en varios frentes y el gasto de sumas que pueden superar los dos billones de dólares, dentro de una estrategia que pretende, al mismo tiempo, resucitar la producción y el consumo para crear empleos, y estabilizar el sistema financiero para que vuelva a ser el motor de la actividad económica y del crecimiento. Se trata de un monumental esfuerzo de reconstrucción, que nace entre las dudas de Wall Street y el rechazo de la oposición, y que, además de añadir muchos números al déficit nacional, debe ser el gran instrumento de Estados Unidos para combatir la crisis.

Sólo tres senadores republicanos apoyaron el plan del presidente
"Necesitamos detener la ola de embargos que barre el país", dijo Obama

"Los problemas que nos condujeron a esta crisis son profundos y se han propagado. Necesitamos estabilizar y reparar nuestro sistema financiero. Necesitamos que el crédito vuelva a llegar a las familias y a las empresas. Necesitamos detener la ola de embargos que está barriendo el país", dijo ayer Obama en Fort Myers (Florida), en la segunda etapa de su gira por el territorio estadounidense en busca del apoyo ciudadano a sus medidas económicas.
En Washington, a la misma hora, el Senado aprobaba por 61 votos contra 37 (es decir, uno más de los que eran necesarios) un plan de estímulo de 837.000 millones de dólares (641.800 millones de euros), y el secretario del Tesoro, Tim Geithner, anunciaba los detalles de otro plan de intervención en la actividad crediticia que incluye un aumento hasta el billón de dólares de los principales programas de préstamos de la Reserva Federal.

Ambos planes son las dos patas de esta espectacular ofensiva legislativa con la que, en pocas palabras, se intenta devolver la vitalidad al capitalismo en un plazo que, sin comprometerse en exceso, Obama calculó en su conferencia de prensa del lunes en un año. "Éste va a ser un año difícil..., pero a comienzos del año próximo podemos empezar a ver alguna mejora significativa", pronosticó el presidente.

Para ello tienen que funcionar los dos planes en marcha. Uno de ellos, el que se conoce como plan de estímulo (la Ley de Reinversión y Recuperación), está pendiente de completar su recorrido en el Congreso. El otro plan, el que se conocía como plan de rescate, rebautizado ayer como plan de estabilización financiera y que podría pasar a la historia como plan Geithner, es heredero de la Ley de Estabilización Económica de Emergencia, aprobada el otoño pasado para permitir al Gobierno dedicar 700.000 millones de dólares en el reflotamiento de los bancos.

Este último plan intenta, en primer lugar, una mejor administración de los 350.000 millones de dólares que quedan por gastar de la partida aprobada en octubre, evitando que ese dinero sea utilizado, como ha ocurrido hasta ahora, para fines que tienen que ver más con los intereses inmediatos de determinada institución o de sus ejecutivos que con las necesidades reales del mercado. El segundo objetivo anunciado por el secretario del Tesoro es el de hacer fluir de nuevo el crédito. Para ello se pondrá en marcha un complejo sistema que aporta la originalidad de intentar financiarse en parte con dinero privado. Es decir, se buscará que los bancos solventes participen en el socorro de los que no lo son. Todo ello con la garantía del Estado y la expectativa de rentabilidades futuras.

Esto no significa que el Estado no vaya a tener que aportar una cantidad importante de millones para poner en marcha esos nuevos mecanismos. De momento, la Administración no tiene previsto solicitar al Congreso cantidades suplementarias para el plan Geithner. Por ahora, se desarrollará con el restante del plan de rescate y los presupuestos de la Reserva Federal. Pero la mayoría de los expertos creen que, en última instancia, los bancos necesitarán más dinero del Estado.

Antes de que eso se produzca, el Gobierno de Obama prefiere concentrar su pugna con el Congreso en el otro plan, el plan de estímulo, quizá más determinante para reactivar la economía sobre bases sólidas y, sin duda, más arriesgado desde el punto de vista político. Después de todo, pese a algunas quejas, los republicanos entendieron en su día la necesidad de salvar el sistema financiero y, seguramente, lo volverían a entender hoy. Pero el plan de estímulo es otra cosa. Es una masiva intervención del Estado en toda la actividad económica, y la oposición está decidida a resistirse a cualquier precio.

Sólo tres senadores republicanos votaron ayer, finalmente, a favor del plan. Probablemente, no muchos más republicanos apoyen el proyecto en el que ambas cámaras tienen ahora que ponerse de acuerdo.

Obama denunció en su conferencia de prensa que la resistencia levantada por la oposición responde a criterios ideológicos que en estos momentos no sirven. "Es cierto que no podemos depender sólo del Estado para crear empleos o hacer crecer la economía. Ése tiene que ser un papel del sector privado. Pero en este momento en particular, con el sector privado debilitado por la recesión, el Estado es la única entidad con recursos para devolver la vida a la economía", sostuvo el presidente.

Para Obama es vital en esa dura pugna mantener el respaldo popular. Por esa razón, mañana estará en la factoría de Caterpillar en Peoria (Illinois), una de las afectadas por los drásticos recortes de plantillas.

¿Cuánto son 837.000 millones de dólares?
- Plan de estímulo de Obama.
La cifra del plan del presidente Obama equivale al 5,6% del PIB estadounidense, que el año pasado fue de 14,3 billones de dólares. El montante es 1,8 veces mayor que el déficit público más alto jamás alcanzado en la historia (455.000 millones en 2008). Si el dinero se repartiese entre los ciudadanos le tocarían 2.622 dólares a cada uno.
- La guerra de Irak. Los 837.000 millones de dólares (641.800 millones de euros) para estimular la economía representan en torno a 1,3 veces el coste de la guerra de Irak, que ascendió a los 600.000 millones de dólares, según el cálculo de National Priorities Project, un ente sin fines de lucro.
- El Plan Marshall. El plan de Obama es ligeramente superior al plan Marshall de 1947 para reconstruir la Europa de posguerra, cuyo coste fue de 13.000 millones de dólares en cuatro años. Este plan fue equivalente al 5,4% del PIB estadounidense, según el historiador de Harvard Niall Ferguson.
- El 'New Deal' de Roosevelt. El programa del presidente Franklin D. Roosevelt (1933-1945) para sacar a EE UU de la Gran Depresión fue superior al de Obama si se tiene en cuenta el presupuesto federal de entonces. El New Deal tuvo un coste de 3.300 millones de dólares, equivalentes en 1933 al 5,9% del PIB, según el historiador Jason Scott Smith, de la Universidad de Nuevo México. Roosevelt puso en marcha un segundo plan en 1935 para construir aeropuertos, puentes y edificios públicos. Si éste se suma, lo invertido por el Estado se elevó al 6,7% del PIB.

Rescate financiero
El programa de rescate financiero presentado por el secretario del Tesoro, Timothy Geithner, prevé tres grandes líneas de acción:
- Constitución de un fondo de inversión pública y privada que ofrecerá financiación y garantías para la compra de activos tóxicos de los bancos por un valor de 500.000 millones de dólares (380.000 millones de euros). El programa podría extender la compra de activos hasta el billón de dólares si se considerara necesario más adelante.
- Inyección directa de capital en los bancos por un valor de 350.000 millones de dólares (268.000 millones de euros), aprovechando los fondos inutilizados del plan de rescate elaborado por la Administración Bush.
- Apoyo al crédito de consumidores, pequeños comercios y estudiantes por un billón de euros. Este programa pretende financiar préstamos para la compra de bienes o la matriculación en cursos de estudio.

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ANTONIO CAÑO - Washington
11/02/2009 - EL PAÍS

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