martes, 15 de abril de 2008

El Amor en los Tiempos del Cólera (2007)

El Amor en los Tiempos del Cólera (2007)

Cero en emociones; peor puntuación no podría sacar ‘El Amor en los Tiempos del Cólera’ cuya historia se ha extraído de una de las novelas más conmovedoras de la literatura contemporánea hispanoamericana, obra del genial Gabriel García Márquez.

Mike Newell no ha sabido sacar ni un mínimo de provecho a un delicioso relato de amor, protagonizado por un enfermizo Florentino Ariza (Javier Bardem) cuyo juramento de fidelidad, entendida más bien como lealtad, a Fermina Daza (Giovanna Mezzogiorno) es tan fuerte que permanece intacto toda su vida, durante 51 años y 9 meses para ser más exactos, a pesar de no ser correspondido, y que, contradictoriamente, renueva con pasiones terrenales de alcoba. Un amor cuyos síntomas se confunden con los de la enfermedad del cólera y que se define como dividido, ‘amor del alma de la cintura para arriba y amor del cuerpo de la cintura para abajo’.

A quien corresponde Fermina es a Juvenal Urbino (
Benjamin Bratt), un reputado doctor, soltero apetecible, con el que se casa sólo por no perder una oportunidad, una relación conyugal marcada por el capricho más que por el cariño y respeto mutuo, y que no se rompe a pesar de las crisis matrimoniales sufridas. Es el paso del tiempo el que consolida su relación y les hace superar las adversidades, pero la fatídica muerte del doctor fuerza el reencuentro de Florentino y Fermina, ambos en la vejez, en un momento en el que sólo por estar juntos el resto de sus días merece la pena vivir.
Estoy hablando de una cantidad de intensos sentimientos a flor de piel que novelados tienen una riqueza de matices que no he visto por ninguna décima de segundo del metraje del film de Newell. Todos los personajes de esta película mantienen una línea superficial de sensibilidad, de pasión, de emoción, sin conseguir en momento alguno que vibremos o nos estremezcamos.

Por lo pronto, el film ha perdido realismo al rodarse en inglés (la trama se desarrolla en Centroamérica, en la costa caribe de Colombia), una estrategia con intenciones mercantilistas que a la productora le ha salido finalmente cara porque su
acogida y trayectoria recaudatoria norteamericana ha sido gélida (el recorrido en el resto de mercados del mundo le está sacando de un buen apuro).
Esa pasión latina que podían haber transmitido actores hispanos, incluso el mismo Bardem hablando en su idioma materno, con los debidos matices de la lengua de los personajes, se queda en nada, ni en una decente tensión sentimental que toque el corazón. Sólo al final de la cinta hay algunos momentos tiernos y quiero pensar que esta ternura no viene porque tienen lugar en el ocaso de los protagonistas.

Y a reglón seguido, y como consecuencia de esa elección de filmar en la lengua materna del director, nos encontramos con un doblaje que remata la decepción, porque no podía haber sido peor.

Por no citar las incoherencias temporales que abundan en la cinta, por ejemplo con un Florentino Ariza que cambia de físico con aceptable normalidad por el paso de los años (sólo chirriante con el cambio de actor para el personaje cuando salta de la adolescencia, con la cara de
Unax Ugalde, a la madurez, con la jeta de Bardem) mientras que Fermina Daza tiene el mismo aspecto cuando tiene 18 que cuando tiene 35, y sólo con un maquillaje no demasiado acertado medio convence como octogenaria.
Precisamente lo más llamativo que se buscaba, que era la composición de un reparto con artistas de renombre (se ofrecieron los papeles a Angelina Jolie, Antonio Banderas, Johnny Depp y Natalie Portman, entre otros, pero ninguno aceptó) tampoco ha funcionado porque la plana de reconocibles intérpretes con la que se ha podido contar, con un español de moda de por medio, cítese los ya nombrados Benjamin Pratt, Javier Bardem, Giovanna Mezzogiorno,
Fernanda Montenegro, John Leguizamo, Liev Schreiber, Catalina Sandino Moreno, Hector Elizondo, y muchos más cuyas caras os sonarán, no han aportado emocionalmente lo que necesitaba y pedía esta adaptación cinematográfica: AMOR y PASION, con mayúsculas.
La única virtud que le he encontrado a la película es que tiene una fotografía excepcional, un elemento que salva en bastantes momentos las carencias interpretativas de los actores y actrices, y una banda sonora que rellena espacios vacíos de una forma extraña pero sugerente (es raro oir esas canciones tan familiarmente actuales de Shakira, ‘Hay Amores’ o ‘Despedida’ en un filme que se desarrolla a finales del siglo XIX, principios del XX).

Sólo el interés por saber si finalmente Florentino y Fermina se entregarán su mutuo amor es lo que mantendrá ligeramente expectante al espectador que no haya leído la novela. Los amantes de la joya literaria que escribió García Márquez aguantarán hasta los créditos finales por la única razón de ver si el Newell le ha dado la puntilla a la película. Una pena.

Críticas Portada
Yul B. 11 de Febrero de 2008

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