viernes, 23 de febrero de 2007

Antiguos Lamentos ya Encallecidos.-

Apuntes para Ordenar.

Popurrí de mi corazón, a veces pozo sin fondo ni esperanza, a veces manantial de agua clara.
Solo en la casa. He buscado esta soledad con engaños y pagando con dolor. Mi madre a su casa. La muchacha, día libre, de paseo. Yo, encerrado de mente para adentro con un gran hermetismo y con los pensamientos que crea mi mente con la aportación de mis penas. Mi corazón, olla express desvencijada, necesitará pronto una reparación de seguir en esta loca situación.

Extrasístoles…

Mi juez, un pobre cerebro cubierto de pelos, que pudo un día estar parásito del mío, y al que Yo concedí por amor, facultad propia de expresión.
Era mi idea dominarlo con amor, ¡qué gran error!, debí atarlo con las cadenas de mi ascua de pensamientos, en lugar de facultarle, cuando ya estaba enfermo, a campar por sus fueros. No observe entonces, cegado por mis sentimientos, que esa enfermedad, atacaría siempre la base de las conclusiones y planteamientos de sus pensamientos. No consiguió Dios cambiar al hombre, y Yo, iluso de mí, pensé que podía cambiar a la mujer.
Tras diez años, 3650 días largos de continua derrota, me doy cuenta, como el general al final de la batalla, que no utilicé las armas adecuadas.

El Amor no puede nada contra las mentes objeto.

Todo cuanto acontecía me indicaba el final. Qué grandeza la de mi ceguera, que mi vista de águila dejó en el aire la clave de mi futuro feliz. A veces, nos endiosamos tanto en nosotros mismos, que creemos que quien recibe juzgará por nuestro patrón lo que recibe. Yo entregué todo mi ser, empeñando en ello todas mis fuerzas y aquello que para mí era lo más grande y valioso que poseía: Fue juzgado como una parca dádiva. Apenas me queda ya nada, ¡tanto fue lo que di! El resto del tiempo que haya de vivir, a todos os lo digo, no esperéis recibir casi nada, ya todo lo di. No me achaquéis continuas faltas y ayudarme a rellenar mis alforjas con recuerdos de mi amada.

¡Hasta cuando e de llorar! Exijo que se tenga en cuenta, que Yo, al contrario que los demás, pagué ya, cuanto habría que pagar, mientras amaba. Exijo para el acto de mi vida un digno final de melodrama. ¡Con quién me he de aliar para aclarar la negra nebulosa de mi anterior vida clara! ¡Qué coordenadas ha de esperar mi destino y mi llanto, para cesar de manar en forma tan mutacional! ¡Que no vale acaso el saldo de mi Vida! ¿A de caer siempre el rayo del dolor sobre mis espaldas! Cerrar mis ojos, insensibilizarme. Antes mi muerte que el Dolor.

¡Oh!, si pudiera como Atila cabalgar con el cerebro de mis enemigos bajo mi silla, Yo os prometo que lo haría y que esos cerebros tendrían nombre propio.
Me pregunto, qué infernal enemigo y con qué maleficios truco el cerebro de mi amada. Qué encantamiento fue utilizado para trucar mi alegría. Que infernal pócima se ha empleado para transformar tan sublimes pensamientos en viles reptiles que me ahogan. ¡Dioses Yo os conjuro¡: Poned el precio.

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