lunes, 19 de marzo de 2007

A un Poeta que conocí en mi infancia ...

Juan Ruiz Peña (1915-1992)“Tierra del Sur, te dicen
perezosa, y te afanas duramente en silencio,
te llaman charladora,
y en tus hombres callados la pena va por dentro.”
Juan Ruiz Peña (1915-1992).
LA VOZ DE LO ANDALUZ

Andaluz solo, se define el poeta jerezano, en el título de sus libros, con indefinición muy andaluza (¿únicamente andaluz, o andaluz en soledad?). Ruiz Peña no es un insolidario aunque sea un solitario reflexivo y soñador, que sabe que el sufrimiento de un hombre repercute en la piel de todos los hombres, como una conciencia sensitiva.

Juan Ruiz Peña nace en Jerez el 25 de marzo de 1915, y es quizá el poeta andaluz de posguerra que más pronto aparece. En realidad, se dio a conocer, antes, pues en 1935, a los veinte años, edita la revista Nueva Poesía, en Sevilla. Después de 1939 su nombre se une a los grupos del Sur , y luego a los de Castilla, donde va por razones de destino profesional como catedrático de Instituto. Asiduo de Isla, la revista de Pedro Pérez Clotet. Su primer libro de 1940, Canto de los dos. Más tarde publica Libro de los recuerdos y Vida del poeta. Con este último libro obtuvo en 1949 el premio Adonais. Desde entonces su actividad poética ha sido incesante, como creador y como impulsor de otros poetas a través de la revista Alamo. Entre los títulos más relevantes de su obra poética posterior se cuentan: La vida misma (1956), Cuadernos de un solitario (1958), Andaluz solo (1962), Nudo (1966), Maduro para el sueño (1970) y Arco Iris Juan Ruiz Peña muere en 1992.

Diverso entre contrarios, como Garcilaso, llegó del Sur –cuyas huellas no olvida- para afincarse en la gentileza de Burgos muchos años y recuerda sentimentalmente su vida en un continuado meditar entre espíritu y materia, entre realidad y sueño. ¿Eres lo que te figuras?, se pregunta tras larga permanencia en esta lírica introspección donde percibe con delicadeza el temblor trascendente de lo cotidiano.

Ruiz Peña es quizá el más fino continuador de la poesía pura, la que nace en la esencialidad juanramoniana y encuentra exponente de luminosa esbeltez en el Cántico guilleniano. El le añade una ráfaga becqueriana. Su palabra es bella, sus adjetivos son matizados, su ritmo, grave y musical.

Semánticamente, esta poesía ofrece sugestivas figuras de significado y metafóricamente frecuenta los desplazamientos de calificación, suscitados por las asociaciones del recuerdo. El poema fluye prendido en la hebra del asonante, por lo general y esa misma música le presta evidente encanto.

Los paisajes están vistos por Ruiz Peña como con los ojos entornados: sus colores no son nunca estridentes y sus entornos se difuminan. La realidad no se elude: se transforma, los árboles, la luz, las nubes pasan de la contemplación al alma; o quizás es el alma –es decir: su melancolía, su amor, sus sueños personales- lo que pasa al entorno natural que el poeta hace suyo. Y como dijo el poeta jerezano:

“Yo siempre fui buscando
la hermosura del mundo:
en la espuma del río,
o en las ramas sombrías de los chopos desnudos”.
Vía: Francisco Arias Solis

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