jueves, 16 de octubre de 2008

Como en un cuadro de Hopper

Allí estábamos los dos, tumbados, en silencio. Yo acurrucada, repasando tus labios con mis dedos, dibujando tu oreja, con la cabeza apoyado sobre tu hombro. Tú estabas a mi izquierda, con los ojos cerrados y una mano suspendida en el aire. Nuestras gafas, empañadas, descansaban en la mesita de noche entre llaves y kleenex usados. Dormías como un niño y yo te susurraba una y otra vez al oído que despertaras, pero no funcionó. Me sentí tan sola como una de las mujeres de Hopper.
Por eso me fuí. La gente pasaba a mi lado, pero nadie parecía recaer en mí. En cuanto llegué a casa me miré en el espejo, pero nadie se reflejó en él.
Había desaparecido.

por Laura Fraile. Valladolid.
EL PAÍS

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