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Una querencia tengo por tu acento,
una apetencia por tu compañía
y una dolencia de melancolía
por la ausencia del aire de tu viento.
Paciencia necesita mi tormento,
urgencia de tu amor y galanía,
clemencia de tu voz la tuya mía
y asistencia es estado en que lo cuento.
¡Ay querencia, dolencia y apetencia!:
me falta el aire tuyo, mi sustento,
y no sé respirar y me desmayo.
Que venga, Dios, que venga de su ausencia
a serenar la sien del pensamiento
que me mata con un eterno rayo.
Miguel Hernández
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