miércoles, 4 de julio de 2007

A sacudidas, como un tren ...

A sacudidas, como un tren, escribo mis poemas.
Vivo la música envuelta en su ectoplasma
y cuando estalla y me salpican sus acordes
un goce tembloroso sacude mis neuronas
dejando escapar de sus colmenas de recuerdos
un hilillo de miel que los envuelve.

Tu rostro que, persistentemente me persigue,
lo borro con líquenes y esponjas bajo el agua.
Nos dijimos adiós y quedé quieta
sin querer separarme de tu rostro.
Di con otros rostros, pero entre todos, el tuyo persistía.
En la noche interminable los trenes se derraman
y con su agudo chillido chocan, tropiezan, se sofocan,
huyen como serpientes por su médula
mientras las deleznables nimiedades
atraviesan con dardos mis entrañas
que exhalan un aire polar de flema helada
en la apatía de los largos amaneceres.

La casa se ha llenado de música de cuerda
de zarpazos que amputan las palabras resonantes
con axiomas, símbolos y dogmas
mientras esa abstracción tan mía
de amor, de muerte, de deseo
se disocia en impactos sin sentido.
Lenta, continuamente derivo hacia el norte
hacia esa incomprensión de tu cara de máscara.

Escrito por Musaraña
Benacazón 18.09.1993

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