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Primera Ley:
Un robot no puede hacer daño a un ser humano o, por inacción, permitir que un ser humano sufra daño.
Segunda Ley:
Un robot debe obedecer las órdenes dadas por los seres humanos, excepto si estas órdenes entrasen en conflicto con la Primera Ley.
Tercera Ley:
Un robot debe proteger su propia existencia en la medida en que esta protección no entre en conflicto con la Primera o la Segunda Ley.
A primera vista, estas reglas nos conducen al esclavo perfecto. Obediente y sumiso, un robot no sólo nos obedecerá ciegamente, sino que además será incapaz de hacernos daño e incluso se protegerá a sí mismo. La realidad será diferente, pues Asimov, a lo largo de toda su obra será capaz de demostrarnos la imperfección de estas 3 leyes doblándolas y redoblándolas, estirándolas hasta el punto de ruptura, para hacernos ver desde un punto de vista filosófico y lógico, que la realidad es bien distinta, ya que sin quebrantar estas leyes, en determinadas circunstancias, se llega a resultados "no esperados" a priori.
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