sábado, 17 de marzo de 2007

Benevolencia ...

La hora es propicia. La luz, temperatura, sonoridad, todo es agradable; nada atormenta; aprovechémonos; gocemos en vez de acariciar nuestras penas y nuestras heridas. Si toleramos a los demás ¿por qué no tolerarnos a nosotros mismos? Es un verdadero pecado el denigrarse sin cesar y contemplarse a la luz más ingrata. El pintor de retratos se ingenia para descubrir la actitud, la posición que pone de relieve todas las líneas de su modelo. Por qué hacer perpetuamente lo contrario contigo mismo, y anotar con encarnizamiento tus faltas, tus brechas, tus defectos, tus desfallecimientos y tus menoscabos? ¿No podrías mirarte con un poco más de complacencia o de caridad; hacerte a ti mismo los honores de tu persona? Cierto que no eres ya joven; que no eres ni bello, ni elegante, ni fuerte; que tu capacidad de trabajo es débil; que no es seguro que tengas ingenio; pero, en último término, no eres del gran montón. Tienes alguna instrucción, algún talento, un poco de gusto; has prestado algunos servicios; ocupas un puesto, si no brillante, al menos estimable en el entorno que te rodea. Esta "aurea mediocritas" tiene su valor.

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